Muchos de vosotros me terminaréis odiando por una
sencilla razón: la longitud del fanfic. En un comienzo, mi propósito era crear
algo rápido y sencillo, pero las ideas no paran de fluir y aparecen nuevas
situaciones interesantes que quiero reflejar, así que disculpadme si es
demasiado largo. Aquí os dejo el nuevo capítulo que gira en torno a Eun Sok y
Helena. Un saludo para todos.
CAPÍTULO 12
Admiré a través de la ventana el radiante sol que aclimataba
el cielo ese día, acompañado de algunos esponjosos algodones bautizados bajo el
nombre de nubes. Revisé el interior una vez más de mi cartera para confirmar
que llevaba todo lo necesario: móvil, monedero, las llaves de casa, un paquete
de clínex, un bloc de notas y una pluma que nunca venían nada mal. Todo estaba
en orden, por lo que descendí al piso inferior donde Eun Sok me aguardaba con
inquietud y agitación. Su expresión se había endurecido y sus ojos parecían más
distantes de lo habitual. Estaban nublados y perdidos sin posicionarse en
ningún punto fijo, surcando un mar imaginario, en el cual parecían no existir puertos
ni superficies en los que pudiera amarrarse con seguridad y determinación. Era
un alma ajena a la realidad. Alguien débil y frágil. Esa era la imagen que
tenía en mente mientras que él continuaba sumido en sus pensamientos e ideas.
Un Eun Sok que no parecía real, un Eun Sok condenado a su propia oscuridad.
Repentinamente un escalofrío invadió todo mi cuerpo ante aquella figura que yo
misma había trazado y la cual no temía equivocarme en absoluto, pues ya había
experimentado ese tipo de comportamiento los primeros días que llegué a aquella
casa.
- ¿Qué haces ahí parado? ¿No íbamos a salir? –
busqué una forma de abrirme paso entre ese pequeño velo que mantenía a Eun Sok fuera
de sus sentidos. Se giró y me miró con dificultad. Desorientado. Después agitó
la cabeza y regresó a ser la misma persona seria, educada y agradable de
siempre.- ¡Vamos! Que ya es muy tarde y me tienes que enseñar muchos lugares
que no conozco.
Cerré el puño y estiré mi insignificante dedo
meñique. Eun Sok no comprendía qué estaba tratando de hacer, así que cogí su mano
y entrelacé nuestros respectivos dedos meñiques. Él me miró extrañado y yo le
respondí con una deslumbrante sonrisa.
- Es una promesa. ¡Si no la cumples te patearé el
trasero hasta que se te aplane!
Acto seguido, Eun Sok me deleitó con una de esas
sonrisas pícaras que tanto le personalizaban. Estrechamos nuestros dedos con
fuerza al mismo tiempo que nuestras miradas, enternecidas por el momento, se
cruzaban. Aprovechando la situación, él se acercó a mí y me rodeó con sus
musculosos brazos. Fue uno de los abrazos más hermosos que había experimentado
en toda mi vida. Sentí cómo su corazón palpitaba a un ritmo vertiginoso, como
su cuerpo se agitaba y temblaba, como sus secretos eran revelados a través de
sus gestos… Esa coraza que me impedía ver más allá de sus palabras se había
destruido. A continuación, comprendí que
esa clase de sensaciones ratificaban el fuerte interés que Eun Sok tenía por
mí. De repente, situó su mano en mi nuca y me examinó detenidamente.
- No deseo que te vayas…
- ¿Cómo?- no alcancé a entender que dijo. Me abrazó
nuevamente hundiendo sus ojos en mi hombro. Parecía que tenía ganas de llorar, así
que intenté ver que le ocurría; sin embargo él no me permitió realizar ningún
movimiento. Me retuvo en esa posición durante unos minutos y prosiguió
hablando.
- Eres la primera chica que me desestabiliza de
esta manera. Intenté evitarte, pero continuabas ahí, en mis pensamientos… Al
principio pensé que el choque cultural me había provocado esa curiosidad por
conocer más acerca de ti. Pero al poco tiempo capté que no era de dónde venías,
sino quién eras. Helena… te has convertido en mi capricho y debilidad y no sé
cómo remediar esta enfermedad desenfrenada que siento por ti. Y si te vas, ¿qué
haré? Jamás me interesé por nadie hasta que llegaste tú y alteraste mi monótona
vida. Yo, un hombre que no se preocupa por nadie más salvo en sí mismo. Este
hombre que ves te pide compasión. Helena, ayúdame, busca un antídoto para este
sufrimiento que siento…
No supe qué responder. Su confesión sembró incertidumbre
en mi mente. Conocía sus sentimientos, pero nunca imaginé escucharlos de sus
propios labios. Pretendía transmitirle una respuesta, pero no sabía qué
palabras usar para elaborarla. Ya estaba decidida a ello cuando él me
interrumpió.
- No digas nada. Sé que fue muy repentino. Tómate
tu tiempo para pensarlo, no te presionaré. - se apartó y me plantó un enternecedor beso en
la frente.- Creo que es hora de marcharse. Hoy eres mía y no te dejaré escapar
fácilmente.
Tomó mi mano y salimos al garaje para coger el
coche. Accedimos al automóvil y nos pusimos en marcha hacia el centro de la
capital, Seúl. Durante el viaje, Eun Sok no paró de lanzarme miradas mientras
conducía. Todo ello generó en mi organismo numerosos cosquilleos y gran nerviosismo; por lo que tuve que
evitar sus ojos hasta que llegamos a nuestro destino. Una vez allí, nos
introducimos en el primer centro comercial que avistamos. Estuvimos admirando
los diversos escaparates conformados por magníficas prendas a precios realmente
elevados. Sin embargo, todo quedó en un pequeño sabor amargo de boca. Tuve que
conformarme con observar aquellos atuendos a través del cristal con expresión
afligida. Eun Sok, ubicado a mi izquierda, no tardó en reparar en mis inmensos
deseos de conseguir alguno de ellos. Insertó una de sus manos en su bandolera
de Tommy Hilfiger y extrajo una hermosa cartera de cuero negro.
- ¿Cuál te gusta? - formuló a la vez que buscaba su tarjeta de
crédito en uno de los compartimentos del billetero.
- ¡Ah! Nada. Sólo estaba mirando.- posicioné mis
manos sobre las suyas para que no continuara con lo que había comenzado. No
obstante, él apartó mis manos rozando sus dedos con los míos, lo cual
constituyó una electrizante sensación cargada de una gran dosis de adrenalina
para mi cuerpo que me hizo perder el equilibrio por unos instantes. Eun Sok
había alcanzado el mismo efecto que únicamente Dongwoo podía provocar en mi
organismo. Repentinamente, emergió un sentimiento de pavor en mi interior.
Temía enamorarme de otra persona. Temía olvidarme de Dongwoo, aquel hombre que
había enfermado mi corazón de amor. Temía cambiar la relación que Eun Sok y yo
habíamos bordado a lo largo de mi estancia en Corea. Estaba despavorida por las consecuencias que
podrían traer mis decisiones. No quería perder nada de lo que había obtenido
hasta ahora, pero era algo inevitable a lo que debía enfrentarme tarde o
temprano. Mi elección me haría ganar algo y al mismo tiempo perder otra cosa.
Finalmente regresé a mis sentidos y puse atención a la conversación que estaba
entablando con Eun Sok.
- No finjas. Tienes el gesto de una niña de cuatro
años que quiere un caramelo, pero que sus padres no se lo van a comprar.- espetó
Eun Sok con un ademán de felicidad.- No te sientas incómoda. Lo hago con mucho
gusto. No quiero nada a cambio… Bueno, sí. Deseo que dirijas toda tu atención a
mí, ¿te parece bien?
No pude evitar aceptar su propuesta, así que compramos
ropa tanto para mí como para él. Evalué y analicé cautelosamente todas aquellas
prendas que iban a ser destinadas para mi propio consumo, pues no quería
aprovecharme de la generosidad de Eun Sok. Por lo tanto, escogí con precaución
y considerando el precio justo sin sobrepasarme. Tras finalizar nuestras
compras, Eun Sok y yo nos encaminamos a descansar a un Starbucks. Allí, nos
sentamos en una de las mesas. Un camarero se acercó hasta nosotros para
tomarnos nota.
- Bienvenidos, ¿qué desean tomar?- preguntó el
joven con aura tranquila y amistosa. El muchacho sacó de uno de sus bolsillos
una libreta y se preparó para apuntar.
- Yo tomaré un café con leche y un muffin de
arándanos.- demandó Eun Sok con seguridad y confianza, algo habitual en él. – Y
tú, Helena, ¿qué quieres?
- Creo que pediré uno de estos.- señalé en el menú
la bebida que quería mostrándosela al camarero.- Un frapuccino de vainilla.
- ¿Algo más?- insistió el joven antes de marcharse.
Negué con la cabeza.- Perfecto. Esperen unos minutos. Ahora mismo traeré su
pedido.
Al cabo de unos minutos, el muchacho estaba de
vuelta con nuestras bebidas y el muffin de arándanos. Lo trajo y lo dispuso en
la mesa con destreza. Después nos deseo buen provecho y se alejó con el
objetivo de atender a nuevos clientes que se habían aglomerado a la entrada del
local. Cogí mi frapuccino y lo degusté. Tenía un sabor espectacular, una
textura esponjosa y agradable, una fragancia dulce...Todo ello unido te hacía
sentir cómodo y confortable. Volví a absorber un poco más de aquel glorioso
líquido y acto seguido miré a Eun Sok. Estaba embobado, con sus ojos puestos en
mí, revelando una pequeña sonrisa que me permitía apreciar sus elegantes y
relucientes dientes. Traté de esquivar sus miradas, pero resultó imposible.
- ¿Por qué me miras tanto? Me vas a desgastar.-
bromeé mientras removía mi bebida con una pequeña cuchara de plástico. Él se
incorporó y apoyó los codos en la mesa entrelazando así sus manos, en las
cuales acomodó su delicada barbilla recién afeitada. Sus rasgos faciales se
fortalecieron y espontáneamente cerró sus ojos. Posiblemente mi pregunta le
había parecido algo estúpida. Incluso yo lo pensaba. Sin embargo, él se mostró relajado
y no se alteró. Abrió de nuevo sus ojos y contestó mi cuestión.
- No creo que sea necesario una respuesta.
Únicamente mírate en un espejo y te responderás a tu propia pregunta.- estiró
sus brazos y agarró mis manos. Las aproximó hasta su semblante y las situó a
pocos centímetros de sus gruesos labios. Noté cómo su respiración chocaba contra
mis delgadas falanges. Rocé sus carnosos labios que se encontraban secos y
agrietados. Sentía un fuerte impulso de humedecerlos, por lo que interné mi
dedo índice en su boca. Una vez en su interior, contacté con su lengua. Esa
lengua áspera que incitaba al sexo femenino al deseo sexual. Empezó a lamerme y
mi dedo rápidamente se impregnó de la saliva de Eun Sok. Tras ello, retiré mi
dedo y rocié sus labios con aquel viscoso líquido segregado en el interior de
su boca. Mi cuerpo actuaba instintivamente, no podía detenerme y a Eun Sok
parecía satisfacerle la situación. De manera abrupta, me alejé y concentré mi
vista en el suelo. Estaba avergonzaba por lo que había ocurrido. No tenía la fuerza
suficiente como para mirarlo a los ojos. “¿Qué acabo de hacer? ¿Estoy loca?”:
me recriminaba a mí misma. Eun Sok no articuló tampoco palabra hasta que nos
fuimos del Starbucks. A la salida del local, Eun Sok sugirió ir a un fotomatón.
Acepté su petición y entramos en uno de ellos. Minutos después, teníamos las
pequeñas fotos impresas bajo nuestra posesión. Acordamos llevar al menos una de
las fotos en la cartera para no olvidarnos nunca el uno del otro cuando yo
regresara a España; y cada uno seleccionó la que más le había gustado.
Terminado el día, pusimos rumbo a casa de los señores Choi. Había sido un día
un tanto extraño, pero a la vez divertido y gratificante.