CAPÍTULO 3
Otra noche más soñé con él: Dongwoo. Me desperté
nuevamente cubierta en lágrimas y sollozos. No podía aguantarlo más. No
conseguía conciliar el sueño en condiciones y mi cara ya empezaba a mostrar
signos de cansancio. Me incorporé y encendí mi teléfono móvil. Nada más
encenderlo me llegó un mensaje de texto de Kang Sang Ra, en el que ponía que si
podíamos vernos hoy por la tarde en el centro de Seúl; yo acepté la invitación
y así podría aprovechar para ir conociendo las calles de esa gigantesca ciudad.
Me fui al baño a cambiarme. Entre toda la ropa que había llevado escogí algo
sencillo: unos pantalones vaqueros cortos, una camisa de cuadros de tonos
azulados y unas sandalias de dedo blancas. En cuanto estaba preparada me recogí
el cabello en una coleta dejando caer mi flequillo a un lado y por último me
maquillé un poco para ocultar mis ojeras. Había acabado de aviarme, así que
bajé a la cocina a tomar el desayuno. Abajo ya estaban todos listos para el
desayuno, excepto el señor Choi que no le veía por ninguna parte.
-Perdonen, me quedé dormida.- me disculpé.- ¡Hala,
qué buena pinta tiene el desayuno!
- No pasa nada. Lo único es que Appa tenía prisa y
se ha tenido que ir ya al trabajo.- contestó la señora Choi regalándome una de
esas sonrisas brillantes que la caracterizaban.- ¿Qué tal has dormido, Helena?
¿Has descansado bien?
- Ah, sí. He dormido genial.- mentí para evitar
ocasionar ningún tipo de preocupación.- Quería decirle que regresaré más tarde
a casa hoy; he quedado con una amiga después de las clases de coreano. Espero
que no sea ningún problema para ustedes.
- ¡Qué va! Lo único que avísanos a la hora que vas
a regresar para tener preparada la cena.- añadió la señora Choi mientras nos
rellenaba el vaso de leche.- ¿Dónde habéis quedado?
- En el centro. No sé muy bien que medio de
transporte coger; si pudiera aconsejarme…- declaré un poco angustiada al mismo
tiempo que untaba de mermelada la rebanada de pan que tenía en la mano.
- No te preocupes por eso. Eun Sok te llevará hasta
allí y te traerá de vuelta cuando termines.- expresó la señora Choi mirando a
su hijo de reojo.
- ¡Pero Omma! Tengo cosas que hacer hoy, que coja
el transporte público que no es tan difícil.-
dijo Eun Sok cabreado por la tarea que le había asignado su madre. Pero
la señora Choi le lanzó una mirada fulminante y Eun Sok tuvo que resignarse a
aceptar llevarme. La verdad es que no habíamos empezado con buen pie mi
“hermano” y yo, pero yo todavía aguardaba la esperanza de que eso cambiara
algún día.
La mañana se me pasó volando; después llegó la
comida y a continuación sin darme cuenta ya era la hora de acudir a la
academia. Las clases duraban unas dos horas aunque había veces que se podían
alargar hasta cuatro horas. En ellas encontré gente de todo el mundo y la
verdad es que eran personas muy agradables con las que podía hablar muy
fluidamente mi nivel de coreano. Una vez acabada las clases, salí y allí estaba
esperando Eun Sok sentado en el automóvil con una de sus habituales expresiones
de dejadez y desinterés. Me acerqué e ingresé en el coche. Le saludé, pero él
ni se inmutó. Así que bajé mi ventanilla y me puse a ver el paisaje, pero no
paraba de cuestionarme qué le pasaba conmigo. Sólo llevaba un día allí y ya
teníamos esa relación tan penosa. De vez en cuando le echaba el ojo mientras
conducía. No paraba de pensar que cómo un chico tan atractivo y elegante podía tener
ese carácter repulsivo. Esta persona me empezaba a interesar poco a poco sin
darme cuenta, pero esta atracción no duraría mucho por hechos que iban a
suceder en el futuro…
Estábamos parados en un semáforo esperando a que
cambiase el color del disco. Aproveché esa ocasión para intentar entablar una
conversación con él, pero todo lo que hice fue en vano. Ese chico pasaba de mí
con todas las mayúsculas, en lo único en lo que su mente y ojos se centraban
era en la carretera. Transcurrieron diez minutos y conseguimos llegar a mi
destino. Bajé del auto y me despedí. Tras ello, Eun Sok aceleró y se marchó
dejándome sola entre la multitud. Comencé a buscar a Kang Sang Ra y la encontré
sentada en una terraza lanzándome señas para que fuese. Me dirigí a ella y me
senté. El camarero se acercó a nuestra mesa para tomarnos nota. Kang Sang Ra se
pidió un granizado de fresa y yo un batido de chocolate con nata.
-¿ Qué tal amiga? ¿Te gusta tu nueva familia? ¿Te
tratan bien?.- Kang Sang Ra empezó a hacerme un interrogatorio de repente
mientras me miraba con sus ojos castaños llenos de curiosidad.
- Em, bien. Son muy amables conmigo… bueno, no
todos. Su hijo creo que me odia, siempre me evita y no me dirige la palabra.-
respondí con una mueca triste.
- ¡ Vaya por Dios! Tranquila, no te preocupes.
¿Sabes lo qué pasa? Que por norma general los asiáticos son muy tímidos, así
que les cuesta abrirse a los demás, sobre todo a las personas de distinto sexo.
Verás como poco a poco se va acercando a ti. Anda, no te angusties y disfruta
el periodo de tiempo que estés aquí.- me alentaba brindándome una de sus
valiosas sonrisas.- Pero bueno descríbemelo… ¿Cómo es?¿Guapo?¿Alto?
- Pues no te voy a mentir. Es guapísimo: alto,
robusto… ¡un encanto! Lástima que su carácter no sea ni la sombra de lo que
respecta a su físico… ojalá fuese más simpático.- a mi amiga y a mí se nos
disparaban las hormonas pensando en la figura de Eun Sok.
Estuvimos toda la tarde de un lado para otro. La
verdad es que me estaba divirtiendo mucho. A las nueve de la noche, decidí
enviar un mensaje a Eun Sok para que fuera a recogerme. Me senté en uno de los
bancos que estaban cerca del sitio donde me había dejado después de la
academia. El tiempo avanzaba, pero ni rastro de él. Aun así yo me quedé allí:
inmóvil . Él tenía que llegar, estaba segura…
Cuando ya había perdido toda esperanza de que me
recogiese. Me planteé pedir un taxi. Justo en ese instante avisté uno en la
lejanía. Aceleré el paso y corrí calle abajo hasta donde se encontraba mi única
salida para volver a casa. Estaba a punto de entrar en el taxi cuando alguien
me empujó dentro de él de una manera muy brusca. Me giré hacia el individuo y
le observé de arriba abajo. Llevaba una chaqueta de cuero y unos pantalones
vaqueros. No pude ver su cara, pues llevaba unas gafas de sol y una gorra. A
pesar de todo, yo tenía el derecho de pedir una explicación por lo sucedido.
-Perdona… ¿ pero quién te crees que eres para arrojarme
así, de golpe?- levanté la voz intentando parecer temible, pero no me sirvió de
mucho.
- ¡Deja de vociferar! Me duele la cabeza y no
quiero escucharte.- contestó repentinamente la persona que se ubicaba a mi
lado.
- ¡Qué arrogante! ¿Esa es forma de tratar a las
personas? Disculpa, pero aquí el que se ha metido en el taxi de improvisto has
sido tú, así que sal ahora mismo y búscate otro.- estaba tan cabreada que
comencé a perder los sentidos y a soltar todo de golpe sin pararme a pensar.
- Mira, olvidemos lo que ha ocurrido. Lo siento.
¿Quieres un autógrafo a modo de justificación?.- dijo el joven al mismo tiempo
que sacaba un bolígrafo y un papel del bolsillo del pantalón.
- ¿Para qué querría yo tener el autógrafo de una
persona como tú?- agregué con una pizca de soberbia. Esa persona me estaba empezando
a sacar de quicio.
- ¿Es que no sabes quién soy yo?- espetó el joven
quitándose las gafas de sol y la gorra mostrando su preciosa tez.
No lo podía creer. Estaba perpleja. Ese sujeto que
me mortificaba cada noche impidiéndome descansar estaba justo delante de mí en
carne y hueso. Dongwoo y yo estábamos compartiendo el mismo taxi…
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