miércoles, 5 de septiembre de 2012

FANFIC COREANO: SUEÑO INALCANZABLE V.


Hola. Aquí está la quinta parte del Fanfic “Sueño inalcanzable”. Este capítulo me ha costado lo suyo. He estado pensándolo  toda la tarde y al fin lo acabé. Ahora es vuestro turno de leerlo y disfrutarlo. Porque a pesar de que me deje los sesos, el saber que alguien lo lee me anima a que siga continuándolo. Y aquí lo tenéis. Espero que sea de vuestro agrado. Un saludito.

CAPÍTULO 5
-¿Una cita? ¿Bromeas o qué? No estoy para tonterías, así que dime lo qué quieres que tengo mucha prisa. No voy a gastar mi preciado tiempo en ti, pudiendo hacer cosas mucho mejores.- volví a extender mi brazo en señal de que me entregara mi teléfono.
- No te devolveré el móvil si no cumples esa pequeña condición… Así que tú verás…- respondió bordemente y en ese instante, se giró dándome la espalda y empezó a caminar todavía teniendo en su poder el objeto que me pertenecía.
- Una cita. Vale, acepto. Dime el lugar y la hora y allí estaré.- añadí refunfuñando.
-Así me gusta. Ya nos empezamos a entender. Quedaremos aquí mismo mañana  a las cinco de la tarde.- zanjó Dongwoo la conversación mostrando una leve risita y se fue adentrándose entre la muchedumbre que caminaba a esas horas.
Yo regresé a casa como fui: con las manos vacías. Nada más entrar por la puerta; la señora Choi me invadió con numerosas preguntas sobre el hecho de por qué no había conseguido volver a casa con mi móvil. Para evitar el tema, la expliqué que la persona que había encontrado mi móvil me avisó a última hora de que no podía asistir por asuntos personales, aunque esto no era cierto. Sin embargo, no quería que la señora Choi se enterara de que un famoso coreano tenía mi teléfono y que, encima, para poder recuperarlo debía salir con él a una cita. Por fortuna, la señora Choi se creyó todo lo que le conté. Después subí a mi cuarto y me tumbé en la cama donde empecé a reflexionar sobre lo que había sucedido hoy. “¿Por qué un cantante tan famoso como es Dongwoo quiere tener una cita conmigo, una chica española que no destaca en absolutamente en nada?”: no paraba de pensar en su petición. Posiblemente era una broma suya para reírse de mí, pero hasta el día siguiente no podía saber cuál era la verdadera razón de nuestro encuentro.
Una noche más y su imagen nuevamente apareció inconscientemente en mi mente mientras dormía plácidamente. Pero esta vez, el sueño no terminaba como siempre, sino que me despertaba justo en el momento, en el que él me tenía que revelar algo muy importante.
Me desperté. Llevaba en Corea del Sur, exactamente en Seúl, unos cinco días y ya me habían ocurrido cosas fascinantes que nadie se creería si se los contase. Miré el reloj, el cual marcaba las cuatro. “¡No llegaré a tiempo!”: pensé para mis adentros. Cogí lo primero que pillé en el armario. Después me dirigí al baño donde me lavé los dientes velozmente, y sin siquiera percatarme de mi cara y los pelos que llevaba, bajé a la planta baja y me despedí de todos poniendo como excusa que iba a ver a Kang Sang Ra y a una amiga suya.
Corrí a la parada del autobús como una loca. Pero el esfuerzo no sirvió de mucho, pues una mujer que estaba allí me dijo que el autobús se acababa de ir. Así que me tocó esperar quince minutos de agonía. Iba muy justa de tiempo, ya que el trayecto duraba unos cuarenta minutos aproximadamente. Tras pensarlo mucho, me decanté por coger un taxi aunque tuviese que pagar una mayor cantidad considerable de dinero. Tomé el primer taxi que pasó y me encaminé al centro donde me esperaba mi celular y el chico repelente que lo tenía bajo secuestro. Miraba el reloj durante todo el recorrido. El tiempo pasaba demasiado rápido y el tráfico de la ciudad no avanzaba. Ya harta de aguantar el atasco, pagué y me bajé a medio camino. Me até los cordones de las deportivas y eché a correr calle arriba al mismo tiempo que me miraba la gente con cara de sorpresa. Finalmente, llegué al punto donde habíamos acordado. Allí se encontraba él, con unos pantalones largos vaqueros, una camiseta blanca que marcaba su musculoso cuerpo y una americana de color negro. Llevaba unas gafas de sol de Ray-Ban, que le daban un toque de chico interesante. Me acerqué sigilosamente por detrás suya con el fin de meterle un gran susto.
-¡Buh! – grité dándole en la espalda en señal de que girase hacia mí.
- ¡Anda! Pensé que no vendrías, tardona. Ya estaba a punto de irme porque no llegabas…- dijo Dongwoo burlándose de mí. – Bueno… ¿qué te apetece hacer?
- ¿Sinceramente? Lo único que deseo es que me devuelvas mi móvil para poder irme a casa.- respondí bruscamente generando cierta tensión en el ambiente.
-¡Qué lástima! Pero no pienso regresarte tu celular hasta que tengamos una cita, así que tú me dirás…- espetó Dongwoo acercando su perfecta cara hacia la mía. Estábamos tan cerca que casi nos podíamos besar, así que cerré los ojos instintivamente sin darme cuenta.
- ¿Estás esperando algo? ¿Tal vez un beso?- susurró Dongwoo cada vez más cerca de mí. Pero, de repente puso sus dedos en mi frente y me golpeó levemente hacia atrás.- Lo siento, pero no me interesan las chicas como tú.
- Tranquilo, el sentimiento es mutuo. No me agradas para nada.- me alejé algo avergonzaba por lo que había sucedido.
Acto seguido, Dongwoo se arrimó a mí y me examinó detenidamente de arriba abajo.
-Tienes un estilo de vestir bastante peculiar… creo que deberíamos ir de tiendas y comprarte algo en condiciones.- afirmó con una expresión atónita.
La verdad es que tenía razón. Con las prisas, no me había dado tiempo a arreglarme, así que lo mejor era ir de compras. Y eso fue lo que hicimos. Accedimos al centro comercial más cercano y entramos en diversas tiendas de ropa. Allí me probé todo tipo de atuendos mientras Dongwoo valoraba lo bien que me quedaban. Finalmente, escogí un vestido verde con unos zapatos y un bolso a juego. Posteriormente, marché a la caja a pagar mi nuevo traje, pero me llevé una gran sorpresa: mi nueva indumentaria se salía del presupuesto que había llevado. Estaba a punto de confesarle a la chica que me cobraba que al final no me lo llevaría cuando Dongwoo sacó su tarjeta de crédito y la colocó en el mostrador.
-¿Qué estás haciendo? – le pregunté muy sorprendida ante su reacción.
- Lo que se hace en las citas. Soy el chico y tengo que complacerte, así que pagaré todos tus caprichos por hoy.- manifestó ofreciendo una pequeña sonrisa traviesa.
Finalizamos las compras y decidimos ir al cine. En la sala en la que nos tocó, nos sentamos al final del todo con el fin de esquivar las miradas de los espectadores y así evitar que nadie reconociese a Dongwoo. Una vez sentados, comenzó la película. Apoyé mi mano en el reposabrazos y sin darme cuenta, Dongwoo acercó la suya hacia la mía cogiéndola suavemente y entrelazando nuestros delgados dedos. Yo, que estaba al lado, no me lo creía estaba estupefacta. Parecía que estaba en un sueño de hadas. Mi corazón comenzó a acelerarse y en mi estómago aparecieron las famosas “mariposas” que revoloteaban. No quise mirar a la persona que se situaba a mi lado, pues estaba demasiado nerviosa y ruborizada como para articular cualquier palabra. Recién terminada la película, salimos al exterior. Ya había anochecido y en casa seguramente estarían esperando por mí.
-Bueno… creo que debería irme. Es muy tarde ya. Cuídate y esas cosas.- formulé tímidamente mientras miraba al suelo.
- ¡Espera! Antes de irte quiero hacer una última cosa.- confesó al mismo tiempo que se aproximaba hacia mí. Cogió mi fina cara entre sus bellas manos, me miró con esos ojos penetrantes y fue acercándose poco a poco hacia la comisura de mis labios hasta terminar besándolos dulcemente...









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