Ha llegado el momento de revivir y sacar a flote la
sección de “Reflexiones de una loca”. Pese a que es una sección que no está en
consonancia con las demás (dedicadas al mundo coreano), creo que no hace ningún
daño al blog y puede que muchos de
vosotros disfrutéis leyéndola y la valoréis como algo positivo. ¡Espero que la
echéis un vistazo y dejéis vuestra opinión!
EL REINADO DE HIPOCRESÍA.
El baile de las máscaras ha comenzado.
<
A la hora establecida cada ciudadano
deposita su voto en las urnas. Ya queda menos para anunciar el ganador. Ya
queda menos para que Hipocresía obtenga su ansiado trono.
Al fin la tarde se cierne sobre el
pequeño país y la esperada hora llega. El recuento de votos se realiza con
lentitud y precisión. No se permite ningún fallo. Los nervios se respiran en el
ambiente, pero Sinceridad se encuentra calmada y tranquila.
Con el paso del tiempo concluye la
interminable espera. Poco a poco los marcadores comienzan a subir.
Sorprendentemente Sinceridad se sitúa a la cabeza con una diferencia
inquietante. No temáis. El enfrentamiento aún no ha llegado a su fin. La
inminente euforia de Hipocresía se torna en miedo e inseguridad cuando la
diferencia de votos empieza a incrementarse a un ritmo desorbitante. Pero al
cabo de un tiempo su semblante afligido adquiere un tono alegre y lúcido. El
marcador, inicialmente aliado de Sinceridad, parece inclinarse ahora a su favor.
Sólo un poco más. Llegaron al empate.
Queda un único voto en la urna que
determinará el nuevo gobernador. Extraen con especial cuidado el diminuto papel
y lo observan expectantes. ¿Qué nombre figura en él? ¿Quién es el ganador? A
través del micrófono se escucha un nombre seguido de un bombardeo de aplausos. Ha
llegado el momento.
Es tiempo de que dé inicio el legado de
Hipocresía. Comienza el baile de las máscaras. Comienza el baile de las
mentiras.
[…]
Décadas más tarde, el país continúa
bajo el dominio de Hipocresía y la opresión sigue martirizando y sometiendo a
la nación. ¡Qué vil manera de dirigir el país! El pueblo se muestra descontento
e irritado. Se sienten engañados y menospreciados por aquel que en un principio
consideraban un Dios y que en realidad resultó ser la encarnación del mal
>>.
Todos se plantean una misma pregunta: ¿Cuándo será
el día en el que el sanguinario reinado de Hipocresía llegue a su fin?
La hipocresía.
¿En cuántas ocasiones hemos escuchado ese término?
¿En cuántas ocasiones hemos sido testigos de ello? Y es que empleamos la
palabra hipócrita o su similar falso prácticamente a diario. Al fin y
al cabo, la hipocresía es una acción muy habitual en toda sociedad, a partir de
la cual muchos salen beneficiados o, dado el caso, perjudicados. Al margen de
ello, lo cierto es que es un término cargado de connotaciones negativas e
insultantes. No resulta agradable en lo más mínimo que te acusen de ello y
mucho menos que lo utilicen a la ligera (que muchos lo hacen).
El primer síntoma de una persona potencialmente
hipócrita es la mentira; es decir, un conjunto de acciones falsas que tienen
como objeto enmascarar nuestro verdadera ser o negar la veracidad de los hechos.
Es la típica situación en la que aparecen tus dos personalidades y debes
decidir lo que crees conveniente: seguir los principios de Sinceridad u optar por
falsear información como prefiere Hipocresía.
En ningún momento, niego que las mentiras nos
faciliten la vida. Precisamente evitan posibles peleas y refuerzan nuestras
amistades. Sin embargo, su excesiva práctica termina siendo adictiva y no nos
depara nada bueno. Puede generarnos enemistades e incluso provocar una pérdida
de identidad.
¿Quiénes somos realmente? ¿Aquel chico/a simpático/a
que conversaba y se llevaba bien con
todos sus compañeros o aquel muchacho/a que, más tarde, los criticaba y
repudiaba?
Es doloroso concebir la idea de que incluso a los
que consideramos nuestros mejores amigos puedan engañarnos y mentirnos. Aun
así, no debemos perder la calma pues, aunque sea difícil de asumir, nosotros también
hemos participado de este deporte tan extendido (refiriéndome a la hipocresía).
Por suerte o por desgracia la mayoría de las veces es en contra de nuestros
principios y porque la situación lo requiere. Véase el ejemplo de un conocido
con el que no tenemos afinidad, pero que por cortesía saludamos y mostramos
cierto grado de interés en nuestra conversación con él/ella. En este caso
excepcional y otras variantes, desde mi
punto de vista ninguna persona debería ser calificada de hipócrita; no obstante,
en tal caso, el nivel de hipocresía sería aceptable y podría considerarse como
un acto de respeto y educación.
El verdadero problema reside en el instante en que
llevamos esta práctica a un terreno más bien amistoso, entre compañeros. En tal
ambiente el problema puede agravarse y llegar a un extremo bastante peligroso:
la pérdida de confianza. Por lo que es aconsejable abstenerse de ello y ni
siquiera planteárselo como una opción. No obstante, cada cual tiene capacidad
de decisión y puede y debe elegir lo que cree correcto; eso sí, acarreando con
las consecuencias de sus actos. Si bien podéis escoger el camino de la
hipocresía y negar vuestra propia personalidad como forma de vida, más tarde
cabe la posibilidad de que os arrepintáis. Por ello no creo que sea conveniente
acudir a la mentira. Sabemos que la verdad duele, pero la mentira todavía más.
Y no sé vosotros, pero yo, como persona,
prefiero ser odiada siendo sincera y exponiendo la verdad en todo
momento que siendo mentirosa y falseando información para mi provecho.
Recapacitemos por un segundo y decidamos qué es lo justo: mentir como un poseso
para conseguir un beneficio que tarde o temprano se transformará en un
perjuicio o ser sinceros y decir la verdad ya sea beneficiosa o no para
nosotros.
<< […] Finalmente el legado de
Hipocresía llegó a su fin pues ella misma así quiso. Conversando con Sinceridad
se percató de que sus mentiras y engaños no habían conseguido nada bueno salvo
nuevos enemigos. Y en un acto de bondad se sinceró con su pueblo y reveló la
verdad de sus planes. Cierto es que nadie consiguió volver a confiar de nuevo
en sus palabras. No obstante, Hipocresía se sintió liberada y renovada. Ya no
era preciso mentir.
Y de esta forma, Sinceridad la relevó
en el poder y, siendo solidaria, nombró a Hipocresía su consejera pues, a pesar
de sus engaños, deseaba concederle otra nueva oportunidad. Así la felicidad se
propagó por toda la nación y sus habitantes paulatinamente aceptaron a la nueva
Hipocresía>>.