lunes, 18 de agosto de 2014

REFLEXIONES DE UNA LOCA V.

Ha llegado el momento de revivir y sacar a flote la sección de “Reflexiones de una loca”. Pese a que es una sección que no está en consonancia con las demás (dedicadas al mundo coreano), creo que no hace ningún daño al blog y  puede que muchos de vosotros disfrutéis leyéndola y la valoréis como algo positivo. ¡Espero que la echéis un vistazo y dejéis vuestra opinión!

EL REINADO DE HIPOCRESÍA.

El baile de las máscaras ha comenzado.

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A la hora establecida cada ciudadano deposita su voto en las urnas. Ya queda menos para anunciar el ganador. Ya queda menos para que Hipocresía obtenga su ansiado trono.
Al fin la tarde se cierne sobre el pequeño país y la esperada hora llega. El recuento de votos se realiza con lentitud y precisión. No se permite ningún fallo. Los nervios se respiran en el ambiente, pero Sinceridad se encuentra calmada y tranquila.
Con el paso del tiempo concluye la interminable espera. Poco a poco los marcadores comienzan a subir. Sorprendentemente Sinceridad se sitúa a la cabeza con una diferencia inquietante. No temáis. El enfrentamiento aún no ha llegado a su fin. La inminente euforia de Hipocresía se torna en miedo e inseguridad cuando la diferencia de votos empieza a incrementarse a un ritmo desorbitante. Pero al cabo de un tiempo su semblante afligido adquiere un tono alegre y lúcido. El marcador, inicialmente aliado de Sinceridad, parece inclinarse ahora a su favor. Sólo un poco más. Llegaron al empate.
Queda un único voto en la urna que determinará el nuevo gobernador. Extraen con especial cuidado el diminuto papel y lo observan expectantes. ¿Qué nombre figura en él? ¿Quién es el ganador? A través del micrófono se escucha un nombre seguido de un bombardeo de aplausos. Ha llegado el momento.
 Es tiempo de que dé inicio el legado de Hipocresía. Comienza el baile de las máscaras. Comienza el baile de las mentiras.
[…]
Décadas más tarde, el país continúa bajo el dominio de Hipocresía y la opresión sigue martirizando y sometiendo a la nación. ¡Qué vil manera de dirigir el país! El pueblo se muestra descontento e irritado. Se sienten engañados y menospreciados por aquel que en un principio consideraban un Dios y que en realidad resultó ser la encarnación del mal >>.

Todos se plantean una misma pregunta: ¿Cuándo será el día en el que el sanguinario reinado de Hipocresía llegue a su fin?

La hipocresía.
¿En cuántas ocasiones hemos escuchado ese término? ¿En cuántas ocasiones hemos sido testigos de ello? Y es que empleamos la palabra hipócrita o su similar falso prácticamente a diario. Al fin y al cabo, la hipocresía es una acción muy habitual en toda sociedad, a partir de la cual muchos salen beneficiados o, dado el caso, perjudicados. Al margen de ello, lo cierto es que es un término cargado de connotaciones negativas e insultantes. No resulta agradable en lo más mínimo que te acusen de ello y mucho menos que lo utilicen a la ligera (que muchos lo hacen).

El primer síntoma de una persona potencialmente hipócrita es la mentira; es decir, un conjunto de acciones falsas que tienen como objeto enmascarar nuestro verdadera ser o negar la veracidad de los hechos. Es la típica situación en la que aparecen tus dos personalidades y debes decidir lo que crees conveniente: seguir los principios de Sinceridad u optar por falsear información como prefiere Hipocresía.
En ningún momento, niego que las mentiras nos faciliten la vida. Precisamente evitan posibles peleas y refuerzan nuestras amistades. Sin embargo, su excesiva práctica termina siendo adictiva y no nos depara nada bueno. Puede generarnos enemistades e incluso provocar una pérdida de identidad.

¿Quiénes somos realmente? ¿Aquel chico/a simpático/a que conversaba y se llevaba bien  con todos sus compañeros o aquel muchacho/a que, más tarde, los criticaba y repudiaba?

Es doloroso concebir la idea de que incluso a los que consideramos nuestros mejores amigos puedan engañarnos y mentirnos. Aun así, no debemos perder la calma pues, aunque sea difícil de asumir, nosotros también hemos participado de este deporte tan extendido (refiriéndome a la hipocresía). Por suerte o por desgracia la mayoría de las veces es en contra de nuestros principios y porque la situación lo requiere. Véase el ejemplo de un conocido con el que no tenemos afinidad, pero que por cortesía saludamos y mostramos cierto grado de interés en nuestra conversación con él/ella. En este caso excepcional y otras variantes,  desde mi punto de vista ninguna persona debería ser calificada de hipócrita; no obstante, en tal caso, el nivel de hipocresía sería aceptable y podría considerarse como un acto de respeto y educación.

El verdadero problema reside en el instante en que llevamos esta práctica a un terreno más bien amistoso, entre compañeros. En tal ambiente el problema puede agravarse y llegar a un extremo bastante peligroso: la pérdida de confianza. Por lo que es aconsejable abstenerse de ello y ni siquiera planteárselo como una opción. No obstante, cada cual tiene capacidad de decisión y puede y debe elegir lo que cree correcto; eso sí, acarreando con las consecuencias de sus actos. Si bien podéis escoger el camino de la hipocresía y negar vuestra propia personalidad como forma de vida, más tarde cabe la posibilidad de que os arrepintáis. Por ello no creo que sea conveniente acudir a la mentira. Sabemos que la verdad duele, pero la mentira todavía más. Y no sé vosotros, pero yo, como persona,  prefiero ser odiada siendo sincera y exponiendo la verdad en todo momento que siendo mentirosa y falseando información para mi provecho. Recapacitemos por un segundo y decidamos qué es lo justo: mentir como un poseso para conseguir un beneficio que tarde o temprano se transformará en un perjuicio o ser sinceros y decir la verdad ya sea beneficiosa o no para nosotros.

<< […] Finalmente el legado de Hipocresía llegó a su fin pues ella misma así quiso. Conversando con Sinceridad se percató de que sus mentiras y engaños no habían conseguido nada bueno salvo nuevos enemigos. Y en un acto de bondad se sinceró con su pueblo y reveló la verdad de sus planes. Cierto es que nadie consiguió volver a confiar de nuevo en sus palabras. No obstante, Hipocresía se sintió liberada y renovada. Ya no era preciso mentir.

Y de esta forma, Sinceridad la relevó en el poder y, siendo solidaria, nombró a Hipocresía su consejera pues, a pesar de sus engaños, deseaba concederle otra nueva oportunidad. Así la felicidad se propagó por toda la nación y sus habitantes paulatinamente aceptaron a la nueva Hipocresía>>.

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